En los últimos tiempos, la sociedad dominicana ha sido testigo de la renuncia de algunos dirigentes y militantes de diferentes organizaciones políticas (PLD, PRM, PFP, entre otras). Este fenómeno no es nuevo en la historia política nacional, pero nos lleva a la reflexión sobre cuáles son las causas y consecuencias de tales movimientos en un momento en que la política dominicana busca ganarse la confianza de los ciudadanos en los primeros 28 años del siglo XXI.
Naturalmente, las razones detrás de estas renuncias son variadas. Algunos se sienten desencantados con la dirección del partido, otros sienten que sus aspiraciones no tienen espacio dentro de esa estructura, y no faltan quienes buscan un mejor escenario para obtener participación de cara a la próxima contienda electoral.
La política, como la vida misma, es muy dinámica, aunque no deja de llamar la atención que en muchos casos la lealtad política se ve sustituida por cálculos individuales.
Para los partidos políticos, estas salidas representan un desafío que se expresa en la pérdida de cuadros políticos experimentados; a veces, se pierden buenos candidatos que debilitan la estructura. No es menos cierto que pueden convertirse en una oportunidad para repensar un nuevo rumbo, oxigenar y abrir espacios a nuevas generaciones. Naturalmente, en política, las crisis pueden ser un punto de partida para una reflexión profunda, siempre que haya voluntad de reconocer los errores y aprender de ellos, y no como algunos líderes que quieren culpar a otros de sus fallas.
Por último, no podemos ver las renuncias de dirigentes políticos como una pérdida o ganancia coyuntural, sino como un termómetro para medir la salud de nuestras instituciones partidarias. ¿Estamos frente a una madurez democrática y al fortalecimiento de nuestro Estado de derecho? ¡Ese es nuestro deseo!
Por Isvelio Degadillo
